domingo, 2 de agosto de 2009

La última página

Hola a todos:
Hay veces que no aparezco por aquí moviendo el rabo ni para contar buenas noticias.
Hoy es una de esas ocasiones.
Cuando David se ha levantado, después de una buena cena anoche con su correspondiente tertulia con dos buenos amigos y la copita y esas cosas que hacen estas personas, luego pasa lo que pasa, que Inma le regaña porque dice que engorda, pero bueno, ella también se comió su mouse de chocolate y lo que le apeteció, que la única que no comí fui yo, eso si que fue una mala noticia.
A lo que iba, que cuando David se ha levantado y ha abierto la prensa de la mañana, se ha encontrado con este artículo en el Diario Córdoba y me ha pedido que os lo haga llegar.
Aquí lo tenéis, espero vuestros comentarios.
Un beso a todos.
Wami.
 
La última página
Los últimos minutos de la librería Luque parecían un funeral por lo civil. O mejor dicho, un funeral por lo cultural. Los clientes, tristes, poco menos que daban el pésame a los dependientes y a los responsables de la histórica librería. Compradores que buscaban cabizbajos en los anaqueles, muy conscientes del significado del momento (ni siquiera se extrañaban ante la presencia de fotógrafos y redactores de la prensa) y de que los libros que escogían eran los últimos que saldrían de este establecimiento. En cierta forma, iban a ser obras que pasarían a la pequeña historia de la ciudad. "Este libro lo compré
el día que cerró la Luque", dirán algún día. Quizás por eso ayer la librería estaba repleta, casi "como si fuera un día de ventas fuertes de Navidad", explicaba cariacontecido Antonio Luque, que pese a estar jubilado desde hace nueve años, quiso estar presente en el último día del negocio que abrió en 1972 en la calle Cruz Conde.
Y es que, si doloroso es el cierre de cualquier empresa que da de comer a nueve empleados, más aún cuando se trata de un establecimiento ligado a la historia cultural de la ciudad.
"¿Qué qué voy a hacer cuando se cierre hoy? Tomarme una cervecita fresquita", bromeaba el veterano dependiente Rafael Osuna con los periodistas, como queriendo quitarle un poco de hierro al asunto.
Pero a las 13.30, se apagaron la mitad de las luces, invitando a los clientes a apurar sus compras y dirigirse a la caja. A más de uno se le puso un nudo en la garganta.
La expresión que más se escuchaba a los clientes que salían era "qué pena". Dos palabras que lo decían todo.
Y aún así, había espacio para la esperanza. Por un lado, por parte de los trabajadores, ya que Osuna reconocía que un equipo de ellos "tenemos un proyecto interesante en lo que nosotros sabemos, que es vender libros". Por otro lado, y aunque "ahora queda mucho por hacer aquí, porque liquidar una empresa es complejo", Javier Luque no descarta que en el futuro la familia vuelva a llenar anaqueles. Pesa la tradición de nueve décadas y los Luque son mucho Luque.
"Cristina se echó a llorar cuando se enteró que cerrábamos", decía ayer Javier junto a su hija de nueve años. Porque Cristina será la cuarta generación de libreros de la familia. "Un día me preguntó que qué había que estudiar para ser librera, y yo le dije que mucho y de todo", recordaba Javier Luque sin poder disimular su orgullo paterno.
Cuando se cerró por fin la puerta, las caras de los presentes lo decían todo. Era como el vacío que queda cuando se llega al final de una gran obra de la que se ha disfrutado con intensidad cada párrafo, la extraña tristeza que da la última página de un libro bien hecho.

1 comentario:

Rosa Chacón dijo...

Pues no sabía que cerraban Luque.
Una pena!
La de libros que habré comprado yo allí.
Era ese sitio donde sabías que el libro más raro que no encontrabas en ninguna parte, alli lo tenían o te lo traian sin fallar.
Ese sitio donde te saludaban por el nombre, no se si pq mi hermana Moma era muy guapa y se aprendían el nombre de Rosa, o que yo soy muy guapo también y eso ayuda oye.
una vverdadera pena si señor
En cuanto al artículo de la vida de perros Rosa no me ha dejado leerlo, imagino que será lo ejor que ando yo sensible últimamente.